La paradoja del control: Controlar me descontrola

necesidad de control - silvia gutierrez psicologia

Necesidad de control: Controlar me descontrola

«Lo tengo todo bajo control»

Solemos interpretar que la capacidad o la necesidad de control que tiene una persona está relacionada a una alta seguridad en sí misma y, por ende, a una persona que brinda una marcada autoestima. Esa máxima de tener todo bajo control se manifiesta en las actitudes, en las conductas y en la gestión emocional, mostrándose de una forma más exigente e imperativa en su día a día.

Aunque, como bien dice el refrán, «no es oro todo lo que reluce» ya que, tras esta apariencia de tener todo su mundo externo bajo control, suele esconderse una tímida, avergonzada y marcada inseguridad interna que se protege a través del perfeccionismo, de la rigidez mental, la obsesión por el orden o la incapacidad para aceptar la incertidumbre.

Sin duda, una coraza bien pesada y exigente para evitar confrontar con la emoción que le conecta: el miedo a lo incierto, a lo inestable, a lo inesperado.

Por lo tanto, esa parte más vulnerable, debilitada y real que existe, no se muestra por el propio miedo a fallar, miedo a la falta de aprobación (tanto propia como ajena), miedo al ridículo o miedo a “confirmar” que una misma es suficiente.

Por lo tanto, para que esta parte tan interna no se sienta amenazada, necesita permanecer protegida y defendida por esa constante búsqueda y empeño por que todo sea predecible, certero y controlable.

necesidad de control - silvia gutierrez psicologia
Foto de MART PRODUCTION en Pexels

El mecanismo sería este:

Si yo controlo mi mundo externo, logro predecir lo que va a pasar al controlar todas la variables posibles. Eso reduce mi nivel de incertidumbre interna y, por lo tanto, reduce mi nivel de estrés y ansiedad. Además, genera en mí un estado de tranquilidad temporal al percibir que nada malo va a pasar o nada se me escapa de las manos. 

No obstante, el miedo sigue estando latente ante el pensamiento o la idea de “y si no es así… y si algo falla,…”. Se trata de una estrategia de respuesta proporcionada: A mayor miedo, mayor necesidad de control.  

Por ello, de forma paralela, para asegurarme que todo salga como lo tengo previsto, necesito estar en alerta para detectar cualquier cambio o imprevisto posible y poder volver a tener ese control externo para que mi miedo interno no se active.

Esto es un círculo vicioso. Solo me encuentro bien cuando “creo y hago por tener el control”.

Este patrón de conducta suele extenderse a todo lo que rodea a la persona, inclusive, recae sobre aquellas personas que forman parte del entorno diario ya que vive como si los demás dependieran de él o de ella.

Es más, la persona controladora cree pensar que sabe qué es lo que conviene al resto de personas y lo hace porque las conoce muy bien. Hablamos de respuestas como el cuestionar al otro, imponer su opinión, fiscalizar el tiempo, coaccionar al otro, manipular, chantaje emocional o la crítica negativa constante. Esto puede darse en mayor o menor dosis, según la persona, la necesidad de control, la experiencia previa y la amenaza de miedo percibida.

Sin embargo: ¿qué pasa cuándo las cosas no salen como queremos o esperamos? ¿Cuántas veces perdemos el control por la obsesión del exceso del mismo? ¿Cuántas veces actuamos motivados por el miedo a lo que pasará? ¿Para qué queremos dominar a los otros?

El miedo es el verdadero motor ante el exceso de control externo. Aquí nos encontramos con dos grandes tareas pendiente:

  • La falta o precariedad en la gestión emocional.
  • La falsa idea de que la calma está en el control.

¿Qué hay detrás de una persona que necesita controlar todo?

  • Perfección 360°: Son personas que suelen tener conductas más maniáticas, más protocolizadas, con pautas particulares con las que suelen sentirse cómodas para controlar.
  • Anticipación constante: Parecen tener una visión de futuro y anticipan lo que va a pasar. Más aún, prevén el fallo ajeno y controlan a través de su poder “visionario”. Esto refuerza su sesgo de profecía autocumplida.
  • Mirada analítica: Su estado de alerta implica observar cada mínimo movimiento. Analiza para sacar una crítica negativa, una imperfección o para determinar cuál hubiese sido la mejor forma para actuar.
  • Desconectando emociones: Suele estar en el HACER y estar apagado en su SER. Le cuesta conectar con las emociones ya que eso implicaría dejarse llevar, sentir y bajar la guardia.
  • Inseguridad = autoestima baja: Desconfía de los demás al no sentir que tiene el control sobre el otro, le exigen en exceso, cuestiona y tiende a juzgar sus capacidades.
  • Convencido de saber lo que le conviene al resto: Existe un convencimiento absoluto de que saben lo que mejor les viene al resto y convencidos de estar facilitándoles la vida.
  • Siente que lidera mientras las demás personas perciben un comportamiento tirano.

El control que genera descontrol: ¿Qué hacer cuando nos pasamos de frenada?

Nos guste más o nos guste menos, solo podemos controlar el 90% de los que nos sucede. Ese 10% está fuera de nuestro control y pertenece a la incertidumbre, espontaneidad y flujo de la vida.

El control externo no te garantiza la calma ni la seguridad interna y absoluta en tu vida. Es más, te asegura una vida desconectada del bienestar y conectada con la frustración, amargura e insatisfacción.

Llegados a este punto del artículo, es momento de pasar a la acción y hacernos responsables de las consecuencias de este tipo de conductas.

Como siempre, vayamos al punto de partida de la situación problema: Si toda tu necesidad de control tiene su origen en el miedo, piensa en un instante qué es lo que realmente temes que suceda: Tengo miedo al abandono, al fracaso, al rechazo, a sufrir, a estar solo… Permítete un tiempo para mirar dentro de ti.

Segundo paso en el camino del crecimiento: 

¿Eres consciente si ejerces más control sobre aquello que más miedo te da o más temes que suceda?, ¿te muestras más preocupado y, por tanto, necesitas controlar más sobre aquellas cosas, personas o situaciones que más temes perder o que se dañen?

Aquí es donde surge la paradoja de la situación: Controlo porque quiero seguridad en mí sin parar a asegurarme cómo ese exceso de control me hace sentir.

Vamos a invertir el proceso: Suelta el control para gestionar tu seguridad.

  • Observa en qué momentos, personas o lugares se activa tu deseo de control.
  • Acepta: Ser conscientes de que somos luces y sombras. Aceptarnos como lo que somos y abrazar las partes que no nos gustan. La aceptación es esencial para mantener una autoestima alta, seguridad y confianza.
  • Suelta el pasado y aprende de tus errores: Observa cuánta energía has puesto en cada deseo de controlar y responde al “para qué” de tanto control. Aprende a observarte en el pasado para mejorar tu seguridad en ti.
  • Invierte en tus miedos: No sirve de nada huir o esconderlos. Encontrarás más salida si te acercas a ellos, los conoces de cerca y los comprendes. Así se harán más pequeños y llevaderos.
  • Cuida la calidad de tus pensamientos: Todo lo que crees en tu mente crea una realidad en ti. Por ello, invierte en pensamientos más constructivos, permisivos y donde te permitas aprender otra forma de interpretar el mundo lejos del control.
  • Practica la vida más flexible: Prueba y vuelve a probar el dejarte llevar. De primeras te costará soltarte pero será cuestión de intentarlo una y otro vez. Date un respiro, observa qué pasa si no controlas y no hagas más.
  • Si te equivocas, repara y refuerza. Volvemos a intentarlo de nuevo, la experiencia y el cambio se gana en cada nueva oportunidad que te des a la hora de conocerte.
  • Acepta e integra: Me permito fluir para vivir y no sufrir ante la mentalidad del control.

Querer hacer todo una misma a pesar de ser más complejo, más difícil y más duradero, es otra forma de querer controlar y evitar delegar o contar con ayuda externa.

Así pues, hoy te abro las puertas a que puedas contar con nosotras como profesionales que pueden acompañarte para superar tus miedos, liberarte de tus limitaciones y sentirte más feliz en tu vida.

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